Al fin y al cabo, establecer relaciones afectivas con o a través de un robot, es uno de los retos a los que nos enfrentamos en un futuro no muy lejano.
Parece razonable pensar, que debatir sobre el uso que hacemos de la tecnología aplicada al cuidado de las personas, es la mejor manera de avanzar. En este debate a menudo surge el miedo que se implementen tecnologías frías que resten humanidad. Tecnologías puramente racionales, es decir, meros instrumentos. A la vez, también existe el miedo totalmente opuesto. El miedo de generar tecnologías tan avanzadas, que permitan que las personas acaben estableciendo relaciones de tipo afectivo.
Quizás, mirar de hacer predicciones al respeto será más sencillo si antes de abordarlo damos un vistazo a tecnologías que ya estamos utilizando actualmente. Esta perspectiva nos tendría que permitir entender las relaciones que establecemos con la tecnología. Por lo tanto, muy probablemente algunos de nosotros nos sentiremos identificados.
En primer lugar, centrados en el contexto de la salud, vemos como con las tecnologías de la tele asistencia existe la creencia de que sustituirán a los humanos. Sin entrar a valorar la futura implantación de estas tecnologías, soluciones para monitorizar los niveles de glucosa o tensión arterial, controlar la adherencia a los tratamientos, registrar y avisar de las caídas o controlar la alimentación, pueden evocar una imagen de aislamiento. A menudo una imagen de personas solas aisladas socialmente y faltas de afecto. Además se tiende a pensar que viven rodeadas de instrumentos que solo se ocupan de mantener la dimensión biológica de la persona. Olvidando la dimensión, psicológica, la social y la espiritual.
Aun así, estas mismas tecnologías con aspecto frío e instrumentales pueden ayudar a desarrollar vínculos sociales y relaciones afectivas, en determinadas circunstancias, en lugar de provocar aislamiento social. Un claro ejemplo es el teléfono móvil. Un dispositivo que algunas personas aprecian por encima de otros objetos o seres. Este hecho es fácilmente observable cuando se ve la dedicación i delicadeza con la que se le trata.
Además de la parte más banal de posesión material de un objeto exclusivo y avanzado tecnológicamente, existe un aprecio a su funcionalidad. A veces este aprecio funcional puede resultar poco saludable y actualmente el miedo a no poder consultar el teléfono móvil ya tiene un nombre, la nomofòbia. En muchas ocasiones el teléfono móvil permite a sus usuarios comunicarse, mantenerse en contacto y cuidar unos de los otros desde cualquier lugar, a cualquier hora en unas condiciones más favorables que si este no existiera. Estas dos vertientes la material y la funcional son la responsable de que por ejemplo volvemos a casa si nos hemos dejado el móvil por la mañana. De forma que, se nos haga muy pesado afrontar el día sin esta herramienta a nuestro bolsillo.
Quizás antes de nada habría que situar el concepto querer. Si recurrimos al diccionario, querer implica: valorar muy positivamente a una persona o a algo. También se puede considerar como sentir afecto. Partiendo de esta definición también podemos añadir que este aprecio o afecto se puede tener en varios grados y que finalmente se cada persona quien determina si tiene afecto, o no. A que, o a quién sea.
Una cosa es la utilidad asistencial, el coste eficiencia, la eficacia terapéutica y otro muy diferente el vínculo emocional que la persona establece con la tecnología, en este caso con el robot. Como ya hemos visto antes los humanos somos capaces de establecer ciertos vínculos con nuestro teléfono móvil. Varios autores creen que si la tecnología aporta algo de valor al usuario, el usuario estará motivado a utilizar la tecnología y consecuentemente el usuario podría llegar a sentir cierto afecto hacia este objeto.
Entrevistas hechas en los últimos años a personas que conviven a diario con robots, nos pueden ayudar a ver mejor estas relaciones. Las entrevistas que mencionaremos corresponden a diferentes estudios y estuvieron hechas con fines totalmente distintos.
En primer lugar hablaremos de un usuario de robots de ocio, en concreto un simpático perrito robot y su amo. En este caso el hombre de 67 años explica como el perro robot, ha supuesto para él, un cambio radical. Dice que este dispositivo le genera bienestar, lo hace más feliz y lo mantiene entretenido y que actualmente no estaría dispuesto a desprenderse de el. Considera su relación como una amistad y la compara con la relación que ha tenido con perros de verdad.
En segundo lugar, veremos el testigo de otro hombre de mediana edad que es usuario de un robot de limpieza. En su caso su experiencia empezó siendo negativa. Le costaba acostumbrarse a las maneras de hacer de su robot y a menudo se enfadaba con él puesto que le provocaba pequeños destrozos en el domicilio. Explica que en algunos casos retrasaba la llegada al domicilio para evitar enfrentarse a los posibles destrozos. Finalmente y después de un cierto periodo de adaptación la convivencia humano robot ha mejorado, pero el entrevistado mantiene que para él aquello continúa siendo un objeto. Sentencia que nunca podría establecer un vínculo afectivo con un aparato de este tipo.
La tendencia actual nos lleva a pensar que en los próximos años se consolidarán los robots que actualmente ya se utilizan como canguros, como enseres de limpieza, como asistentes personales, los que sirven como objetos sexuales, los que prestan ayuda para desplazarse, etc.
A modo de conclusión podríamos decir que la mayoría de expertos coinciden en afirmar que: los humanos tenemos la capacidad de devolver aquello que percibimos del otro. Así que si un robot es capaz de hacernos sentir queridos muy probablemente nosotros se lo devolveremos en forma de afecto. En este horizonte donde la robótica irá perfeccionando sus usos y sobretodo su capacidad de interacción verosímil con los humanos, es fácil pensar que efectivamente llegaremos a ser capaces de querer a los robots e incluso experimentar sensaciones de luto, cuando este robot falte.
Desgraciadamente para afrontar correctamente los retos que se nos plantean a medio plazo, no tenemos unas directrices concretas pero sí que es importante que nos preguntemos:
No hace falta decir, que todas estas preguntas, no son de fácil respuesta. Aun así, próximamente, intentaremos dar cierta luz a algunas de estas preguntas. Reflexionar al respecto nos aportará seguridad y nos permitirá transitar por el camino de la robótica con paso firme.
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Haring, K. S., Novitzky, M. M., Robinette, P., De Visser, E. J., Wagner, A., & Williams, T. (2019, March). The Dark Side of Human-Robot Interaction: Ethical Considerations and Community Guidelines for the Field of HRI. In 2019 14th ACM/IEEE International Conference on Human-Robot Interaction (HRI) (pp. 689-690). IEEE.
Pols, J., & Moser, I. (2009). Cold technologies versus warm care? On affective and social relations with and through care technologies. ALTER-European Journal of Disability Research/Revue Européenne de Recherche sur le Handicap,3(2), 159-178.
Iphofen, R., & Kritikos, M. (2019). Regulating artificial intelligence and robotics: ethics by design in a digital society.Contemporary Social Science, 1-15.
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